Había una pequeña aldea en medio de los árboles, al pie de una montaña. Allí vivía un hombre paralítico de sus pies, que a penas se movía arrastrado sobre el suelo.
Enfrente de su choza, vivía un hombre ciego y testarudo. Ambos se habían enemistado por alguna razón desconocida. Lo cierto es que todos los días encontraban una excusa para discutir acaloradamente. En más de alguna ocasión se desearon la muerte el uno al otro.
Un día, hubo un incendio en el bosque y el fuego comenzó a devorar las chozas de aquella aldea. La gente salió huyendo del lugar, pero nadie ayudó al hombre ciego ni al paralítico.
Aquellos hombres gritaban pidiendo auxilio. El ciego daba vueltas en su patio intentando escapar, pero no lograba discernir el camino que debía tomar. El paralítico, en cambio, miraba que aún quedaba un espacio en medio del bosque por donde huir, pero era escabroso y sabía que no iba a poder arrastrarse tan rápido para salvarse.
No tardaron mucho en darse cuenta que la única forma de salvarse era uniendo esfuerzos el uno con el otro.
En medio de la desesperación, el paralítico le ofreció ayuda al ciego para guiarlo en el camino, a cambio de que lo cargara en su espalda y lo llevara con él. El ciego aceptó gustosamente y así lograron salvarse de la muerte.
Después de esto, aquellos hombres comprendieron que su enemistad era inútil y perjudicial. Se disculparon y llegaron a ser los mejores amigos.
Vivan en armonía los unos con los otros. No sean arrogantes, sino háganse solidarios con los humildes. No se crean los únicos que saben. —Romanos 12:16 NVI
Como cristianos debemos procurar estar en paz con todos. Primero con nuestra familia. Es triste ver enemistad entre hermanos, padres e hijos o con otros miembros de la familia.
A veces hay peleas y divisiones entre los feligreses de la iglesia, cuando deberíamos ser una familia unida.
También es importante buscar la paz con los vecinos, amigos y las demás personas. Jesús, incluso nos enseñó a amar a nuestros enemigos.
Todos somos hijos de un Padre Celestial y miembros de una gran familia. Es importante que nos respetemos, nos ayudemos y nos amemos unos a otros, tal como nos enseña la Biblia.
Por Huellas Divinas
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